Wednesday, December 14, 2016

Ciclomontañismo en Tauripampa


Tauripampa ubicado a 3519m.s.n.m en la provincia de Yauyos muy cerca de Lima era un destino poco conocido para el promedio de gente que viaja regularmente en Lima. Cuando les contaba a mis amigos del trabajo cuáles eran mis planes para el fin de semana largo y les respondía: “Tauripampa”, naturalmente no sabían donde quedaba y mucho menos que existiera; hasta alguno por ahí me dijo que estaba tan loco que yo había llegado al extremo de inventar pueblos como excusa para viajar.

Ya antes habían llegado por aquí Yuri Mellet y Giuseppe Colareta cargando su bici al hombro desde “Campamento”, lugar donde terminaba la trocha y empezaba el ascenso a Tauripampa, de mas o menos 4 horas caminando. Hasta aquí se llegaba tomando el desvío en el kilómetro 101 de la Panamericana Sur hacia Omas, en un par de horas en auto se llega a la intersección de Esquina de Omas y una hora mas hasta Campamento. Después de un par de incursiones personales y lectura intensiva de mapas, Mellet se animó a darnos a conocer que este lugar poseía un gran potencial turístico y en especial Ciclomontañero.

Nosotros regresaríamos para confirmar esta afirmación una vez mas, pero ya sin la porteada inicial que le daba un poco mas de aventura a la ruta y con una carretera construida por el pueblo con recursos propios en buen estado y que de alguna manera facilitara el progreso de este pueblo.

Queríamos que este nuevo viaje de exploración sea con pocas personas y con experiencia en lo duro de las rutas y la posibilidad de cargar la cleta a hombro por prolongadas horas. Y es que en este tipo de viajes estamos expuestos a no pedalear nada como también con encontrarnos con el mejor singletrack de tu vida, algo que veríamos mas adelante.

Salimos un grupo de 8 personas: Kiko Bustamante, Ronnie Boudri, Marco Cabale, Fernando Castro, Edgar Esquivias, Mirko Fontana, Cesar Ortega y Alonso Talavera, con la compañía de nuestro experto conductor Pablo Trinidad en una combi de su propiedad. Entre bromas y chacota el camino se hizo rápido y fluido. Llegando a Esquina de Omas pasamos por el terreno de la familia de César, donde hicimos el pare respectivo para estirar las piernas y visitar las Ruinas de Uquira que se encuentran cerca y hacer un poco de fotos para el álbum. También dimos un recorrido por el circuito de Cross Country que él ha hecho alrededor del terreno con saltitos y partes técnicas pasando por unas ruinas abandonadas que se encuentran en la ladera del cerro. Siguiendo por nuestro camino ubicamos un par de descensos que bajaban al parecer de nuestro destino y que se veían muy marcados y en actual uso por pastores, prometedora para una entretenida incursión futura.

Ya llegando a Tauripampa, después de pasar por la carretera recién inaugurada en Abril y en buen estado gracias al trabajo duro de las autoridades y campesinos de este pueblo, nos dimos cuenta del cambio ocurrido: camiones de carga y buses estacionados echando humo negro y haciendo sonar sus bocinas en la pequeña plaza listos para salir, gente cargando sus últimos paquetes y niños dando vueltas alrededor nuestro mirando a esos extraños visitantes de ropas raras y caballos con ruedas que les daban una sonrisa y respiraban tranquilamente para aclimatarse con paciencia.

Esperando a que nos acomodaran nuestras habitaciones nos fuimos donde el profesor Bernabé y su esposa Hilda a tomar un rico caldo de cordero y de ahí a dormir para levantarnos temprano para nuestra primera salida.
Por ser un pueblo alejado por mucho tiempo de la capital, la infraestructura del lugar está en pobres condiciones, excepto por las tres camas y baño con las que cuenta la posta medica. El otro lugar para dormir se encuentra cerca a la plaza y es un cuarto grande, vacío donde se podría hacer un albergue para los turistas. En esta ocasión, un colchón al piso fue lo mejor que encontramos y a lo que estamos acostumbrados cada vez hacemos este tipo de cosas.

Nos levantamos muy temprano para hacer nuestra primera ruta, que seria al pueblo de Porococha, a 7 kilómetros de Tauripampa y ver la posibilidad de hacer algo mas por esa zona. Este es un pueblo anexo y se podría prestar a formar parte del circuito. Cuenta con aguas termales a las que no llegamos por falta de tiempo y por la dificultad del camino. Cuando vimos el sendero que figuraba en la carta pensamos que podría ser completamente “pedaleable”. Consultando con personas del pueblo sobre este camino, ellos nos decían que había partes en las que efectivamente se podría hacer en bici pero también habría partes en las que solo nos quedaría empujar. Nuestra necedad y la idea de que a veces no se conoce la capacidad de avance de nuestras bicis nos puso en marcha luego de un contundente desayuno. El camino al principio se nos puso muy divertido, fácil y sugería que una vez más estábamos en lo correcto pero uno de esos repechos en los que al principio parecía dominarlos un piñón 32 o 34, luego se convertiría en empujar la bici con su respectivo resbalón por la piedra suelta y luego la bici al hombro y luego en la espalda (la mejor técnica de todas).




En adelante pasaríamos de montarnos y desmontarnos en muchas ocasiones hasta que al fin llegando al anexo nos encontramos con un singletrack buenísimo, rápido, con pequeños saltos y peraltes que nos reanimaron el día. Ya habían indicios de cansancio a pesar de solo haber hecho 7 kilómetros y no había nada que hacer que las porteadas macheteaban mas el cuerpo y los intentos de hacer todo el camino macheteaban la bici, pero el regreso se puso mejor que la ida. Poco a poco iba llegando la gente, solo faltaba Kiko, quien había tenido un problema con su bici: se le había roto el cuadro y solo le quedaba bajar al día siguiente con una reparación temporal para que llegara a la carretera: una entablillada tipo hueso roto.























Cuando llegamos a Tauripampa a media tarde todos esperábamos que el día siguiente fuera mejor y con hambre nos fuimos a cambiar de ropa y lavarnos un poco, aunque la comida recién estuvo para las 6 de tarde. Sabíamos que la ruta del día siguiente iba a ser mas dura y aquí si teníamos las certeza de portear la bici al hombro: teníamos que llegar al camino paisano que baja de las alturas y cruza el bosque de Queñual cerca a los corrales de Vicuñas.

Desde la ultima vez que vine subimos caminando hasta el bosque de Queñual y se me quedo pegado en la cabeza que debía regresar con mi bici a pedalear en ese bosque y acercarme a las vicuñas: esta era la oportunidad, que fue muy dura pero que nos pago todo el viaje.

Conseguimos que nos acompañaran dos guías locales para que nos llevaran por el camino menos pedregoso y pedaleable. La primera parte estuvo algo fluida pero se fue deteriorando hasta que ya era casi imposible crearnos una ilusión de remontarnos en la cleta. Se veía una cuesta constante llena de Queñuales con formas retorcidas que asemejan un cuento de hadas y duendes donde el aire es escaso acercándose a los 4100 metros. Luego de pasar este colchón de ramas asomaba la pampa por donde pasaría dentro de un momento el Camino Paisano y encontraríamos a las vicuñas, dejando atrás el bosque. Los senderos se abrían por todos lados: caminitos técnicos con una ligera pendiente, menos aire y mas cansancio: Aquí se demuestra toda la técnica aprendida durante varios años y se aprenden otras, solo basta que una pequeña piedrita se cruce en camino en la cadencia inadecuada para que caigas al suelo o te corte la viada, pero esta me parece una de las mejores partes de todo el viaje, donde se ve correr a las vicuñas a lo lejos y estar rodeado de farallones llenos de queñuales y ver en el horizonte un cielo azul con un camino interminable que deleita a cualquier ciclista de montaña.
Por esta zona se realiza el Chaccu donde todos los habitantes de Tauripampa participan rodeando a las vicuñas con banderolas para hacer la esquila correspondiente.




















Bajamos por una quebrada pedregosa que nos acompaño hasta el pueblo y que nos remato de cansancio, llegamos al pueblo y por teléfono, que llego al pueblo antes que la carretera, tuvimos la buena noticia de que Kiko había llegado bien y que justo pretendía darse un duchazo de agua caliente (algo de lo que ya nos estábamos olvidando). Luego de una deliciosa cena nos preparamos para descansar para el último día del viaje por uno de los mejores caminos hechos aquí en el Perú en bicicleta.

Teníamos que salir muy temprano para poder cumplir con los 62 kilómetros de difícil camino y tratar de llegar de día sin ningún imprevisto o accidente que lamentar. Ya desde que salimos tratamos de que estuvieran advertidos del peligro y los riesgos a los que la gente se expondría en estos casos: hubieron algunas caídas en el transcurso de los días que demostraban que no había que desafiar a los Apus y ser responsables en todo momento. La bicicleta rota que regresó también nos indicaba que debíamos cuidar la máquina, de lo contrario podríamos estar caminando parte de los 62 kilómetros a pie en un par de días.

El camino empieza ascendente por una ladera técnica hasta un paso llamado “Piedra Parada” desde donde se divisa el camino de nuestra bajada y otros más como el que vimos cuando íbamos subiendo por el valle de Omas. Esta primera sección tiene partes rápidas y esta en excelente estado, con pequeños saltos y piedras clavadas en la ciclo vereda que hacen mas emocionante el camino. Luego llegamos a un corral donde se encontraba una familia de pastores cocinando habas y cuidando su rebaño. Muy emocionados nos dan la bienvenida y se acercan a preguntar de donde venimos y a donde vamos, una despedida y buena suerte nos empuja a seguir la huella que nos lleva en un descenso a lo “Free ride” pasando por rocas gigantes esperando a besarnos en cualquier momento e improvisando en el camino para no caer encima de algún cactus.


















Aquí no hay que desafiar a la buena suerte ni a la montaña: el más mínimo error puede ser el último... luego de pasar esta parte donde muchos creían sería lo más difícil del camino no habíamos recorrido ni 15 kilómetros y los siguientes 5 eran los mas triller de todo el trip, una ladera con 500 metros de abismo nos obligaba a concentrarnos en el camino y no pensar en nada más que en no derrapar y no salirse de la huella y caer precipitadamente sin opción a salvarse, pero creo que los mas asustados eran las mulas y burritos que encontrábamos en el camino.

Superada esta parte y sin ningún contratiempo llegamos a otro tipo de camino , uno en el que la potencia, la experiencia y la caña fina hacen una combinación para generar uno de las mejores performances en Ciclo montañismo. Junto a Alonso les sacamos el jugo y el impuesto a nuestras bicis y a nuestro físico. Luego descansando bajo la sombra fresca de un arbolito en medio del calor y aridez del valle esperamos a los demás compañeros de viaje. El resto del camino se convierte en un doubletrack con repechos que terminan en Roma-Imperial. La llegada se anuncia con el cielo opaco, pasando del azul-celeste al gris y de lo alegre a lo nostálgico; los olores característicos de un basural, un camión con desmonte varado en medio de la nada y un par de antenas hacen que nuestro ritmo baje totalmente y así terminar cuatro días de viaje por uno de los lugares más fantásticos de la sierra Limeña

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